Poster presentado en el Congreso de Antropología e Historia de Panamá, 7 al 9 de septiembre 2016, Ciudad del Saber, Panamá. Organiza la Asociación de Antropología e Historia de Panamá, http://aahpanama.org      

 

EL CAÑO: LOS RITUALES FUNERARIOS DE LOS JEFES GUERREROS


Autores: Julia Mayo (1,4), Carlos Mayo (1,2,3), Mercedes Guinea (1,4).

(1) Centro de Investigaciones Arqueológicas del Istmo – Fundación El Caño; 
(2) INAC; 
(3) Universidad de Santiago de Compostela; 
(4) Universidad Complutense de Madrid.

Resumen: 
En este poster se presenta el resultado de una investigación cuyo objetivo ha sido identificar los episodios rituales del ritual funerario del jefe guerrero enterrado en la tumba T2 de El Caño. El método empleado consistió en la lectura de la secuencia estratigráfica de los depósitos hallados en el interior de la fosa de su tumba y la adscripción de cada uno de ellos a una fase del rito de paso. El resultado del estudio indica que este consistió en ocho episodios rituales y que tuvo una duración de tres años.

Introducción: 
El ritual funerario es, al igual que cualquier otro rito, una práctica social simbólica, colectiva, repetitiva y estereotipada, y su duración, así como las diferentes actividades involucradas en él, suelen estar relacionadas con la identidad e importancia social de la persona por la cual se realiza, sirviendo en todo caso, para materializar las ideologías dominantes (Chicoine 2011: 525), crear una separación de los difuntos con respecto a la comunidad a fin de evitar un peligro potencial para la colectividad, y restablecer a la persona social del fallecido en la memoria colectiva, a menudo en forma de un antepasado (Bloch y Parry 1982: 32-37). Si bien en su constitución el rito funerario depende de quién es el difunto, en líneas generales todos tienen la misma estructura ya que responden a una conducta universal del comportamiento humano (Hill 1998: 529) que consiste en facilitar el paso entre la vida y la muerte. Esta estructura es similar a la de cualquier rito de paso y consiste en una fase de separación o preliminal en que se ritualiza simbólicamente la eliminación del individuo de su posición en la vida; una fase de transición o liminal en que se ayuda al fallecido a entrar en el mundo de los muertos, y una fase de transformación o postliminal que representa la incorporación a su nuevo estatus (van Gennep 1960). De todos ellos, los rituales de la fase de transición son siempre los más ampliamente elaborados y a los que se asigna una mayor importancia (van Gennep 1960:146).

Figura 1. Alineamientos de columnas de basalto. (Foto: David Coventry).
 

Materiales
Hemos usado los datos de la tumba T2 y también información etnohistórica obtenida de la Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano escrita por Gonzalo Fernández de Oviedo a mediados del siglo XVI y publicada íntegramente trescientos años más tarde, y de una carta escrita por el capitán Gaspar de Espinosa a los monarcas españoles en 1519.

Método: 
En primer lugar determinamos el rol del ocupante principal. A continuación realizamos una lectura de la secuencia estratigráfica, comparamos lo observado con los datos etnohistóricos y adscribimos las evidencias arqueológicas a una fase de lo que debió haber sido el ritual funerario partiendo del supuesto de que éste debió haber tenido una estructura similar a la de cualquier rito de paso.

La Necrópolis de El Caño. 
El Caño se encuentra a orillas de Río Grande, en las llanuras aluviales de inundación de la bahía de Parita, en el istmo de Panamá. En él se encuentran los restos de lo que fue una importante necrópolis en funcionamiento desde aproximadamente el 750 al 1000 d.C. (J. Mayo y C. Mayo 2013; J. Mayo y Carles 2015). Además de un área con grandes tumbas, la necrópolis contaba con un área ceremonial. En ella se encuentran tres tipos de estructuras arqueológicas de piedra: una calzada de cantos rodados de 17 m de longitud y 4.5 m de ancho, la cual tiene una orientación O-E y que suponemos conecta el río, localizado 460 metros al este, con el sitio; un alineamiento de sesenta y siete columnas de basalto de 105 m de longitud orientado NE/SE y otro de catorce columnas similares con 67 m de longitud y orientación NE/SO (Figura 1). En el lugar también fue encontrado un grupo de veintiséis figuras de piedra, dos altares, dos columnas basálticas con relieves y treinta y siete esculturas talladas en toba y basalto.

La tumba T2. Características de las unidades y materiales. 
La T2 es una gran fosa de 5.73 metros de longitud por 3.16 metros de ancho excavada de forma escalonada en tres niveles. En su interior fueron halladas un total de sesenta y seis unidades estratigráficas de diferentes categorías (Tabla 1). Es importante señalar que todos los depósitos culturales fueron fuertemente impactados por procesos tafonómicos naturales. Las unidades de la tumba T2 no son producto de un único momento, sino que responden a diferentes fases de ocupación ya que, sobre los depósitos de los entierros y ofrendas que se consolidan dentro de una misma fosa o corte, fueron encontrados bloques horizontales de sedimentos y arenas, unidades de depósito que se producen por sedimentación, derrumbes, deslames e inundaciones. Esto ha servido para establecer separaciones entre episodios de ocupación y facilitado la comprensión del desarrollo cronológico del ritual. En la Tabla 2 se equiparan las fases de ocupación y las unidades estratigráficas coetáneas con los episodios rituales que presentamos más adelante. En la T2 se rescataron un total de 1239 artefactos de cerámica, metal, piedra, huesos y dientes de animales, resina, concha y metal con madera. Se realizaron análisis radiométricos de dos muestras de carbón recuperados en las dos unidades de entierro principales —UE134 y UE088-UE106— que arrojaron las fechas Cal CE 900–1020 (Cal BP 1050–930) y Cal CE 880–990 (Cal BP 1070–960) respectivamente. Los restos óseos humanos aparecen en grupo, es decir son entierros múltiples, en todos los casos menos en uno. En total fueron halladas seis unidades de entierro (UE088, UE106, UE128, y UE134) las cuales son coetáneas ya que, a pesar de estar colocadas a diferentes alturas, entran en contacto unas con las otras y entre todas componen un esquema simétrico de entierro. El entierro principal, localizado en el nivel más profundo, unidad UE134 (figura 3), contiene el cuerpo del individuo de mayor estatus de la tumba acompañado de otros dieciocho individuos más.

 

El ocupante principal de la tumba T2, el individuo I7. 
El rol y estatus del ocupante principal de la tumba T2 de El Caño fueron probablemente determinantes en el tipo de tratamiento funerario que recibió. Sabemos que era un varón y que tenía 45 años al morir, edad calculada a partir del análisis de sus piezas dentarias, pérdida y desgaste oclusal de las presentes, el desgaste de parte de la mandíbula, y por la presencia de artrosis, una enfermedad ósea degenerativa común en los adultos a partir de los 40 años. Fue enterrado con setenta y un artículos de piedra, hueso, metal y resina, artefactos que representan sus diferentes “identidades sociales” (Binford 1971). En relación a su rol, creemos que se trata de un guerrero puesto que muchos de estos artefactos son trofeos de guerra y caza, tales como los cinturones de caninos de felinos perforados o las espinas caudales de raya, hachas y puntas de proyectil (J. Mayo 2015:87-95).

 
Reconstrucción del ritual funerario del jefe guerrero enterrado en la tumba T2
 
Episodio 1: El tratamiento funerario de su cuerpo. 
El jefe guerrero fue vestido con cuatro brazaletes, en brazos y antebrazos, un cinturón de dientes perforados de animales y collares de oro y piedras verdes. Sus brazos fueron flexionados y colocados sobre el pecho, y sus manos dispuestas bajo la barbilla. Tras esto, pasó por dos procesos diferentes, la desecación y el enfardelado. Para conseguir lo primero, se aplicó una fuente de calor muy probablemente a la manera en que se hacía en el Darién en el siglo XVI:

“ É assimesmo en la gobernaçion de Castilla del Oro, en algunas partes della, quando algun señor muere, toman su cuerpo é assiéntanle en una piedra ó leño; y en torno dél, muy çerca, sin que la brasa ni la llama toque en la carne del defundo, tienen muy grand fuego é muy continuo, tanto que toda la grasa é humedad le sale por las uñas de los pies é de las manos é se va en sudor é se enjuga, de manera quel cuero se junta con los huessos, é toda la pulpa ó carne se consume ó destila” (Fernández de Oviedo 1853:155).

La costumbre de desecar a los difuntos se utilizó en el siglo XVI no sólo en el área del Darién, sino también en las provincias centrales de Panamá. Espinosa, en la relación citada atrás, se refiere al cuerpo de Paris, como un “difunto muerto asado” y a su bulto funerario como un “lio luengo” (Jopling 1996:63).

Las evidencias arqueológicas de la aplicación de la desecación de su cuerpo son, por un lado, la anchura de su cuerpo tras el proceso, calculada en unos 20 cm basándonos en el espacio que ocupaban los cuatro pectorales que fueron colocados sobre su espalda, 20.1, 23.5, 21 y 26.5 cm, y que resultaron doblados por la acción del enfardelado (figura 6); por otro lado, la presencia en la vertical de su osamenta de un gran cuenco estilo Conte Rojo (figura 7) de tamaño —53 cm de diámetro y 18 cm de alto— mucho mayor al del resto de artefactos similares encontrados en la tumba y de cuyo interior se recogieron restos orgánicos, algo que tampoco es habitual en las vasijas de El Caño. Proponemos la hipótesis de que esta vasija fue usada para recoger los exudados corporales del cadaver. La colocación dentro de la tumba de elementos utilizados durante el tratamiento funerario de los cuerpos parece haber sido una costumbre habitual entre los coclé. Según Lothrop (1937: 50, fig. 30; 213, fig. 206; 226-227, lám. 1; 263, fig. 239; 270, fig. 245), en las tumbas 1, 5, 24 y 26 de Sitio Conte, los individuos principales fueron encontrados sobre lajas de piedra especiales utilizadas para desecar cuerpos (figura 8).
 

Después de desecado, fue colocado boca abajo y sobre él fueron dispuestos cuatro pectorales superpuestos en pares, dos en la parte alta de la espalda y otros dos un poco más abajo, hacia la parte baja y cadera, ocho pendientes de hueso y oro, cuatro en forma de colmillo y cuatro tubulares y un pendiente figurativo compuesto por dos aves y una cabeza humana, dos paquetes, uno de ellos, conteniendo nueve pares de orejeras de oro y madera y de oro y piedra combinadas con el mismo metal, dos conjuntos de accesorios (placas) de oro para la ropa, 1/4 de pectoral, la cuarta parte de un de lingote de oro, una figura de madera (?) y oro, un pendiente que representa un hipocampo y dos cascabeles, dos espejos de pirita y el otro con un conjunto de grandes espinas caudales de raya (figura 5). Después fue enfardelado, de derecha a izquierda. El proceso y dirección del enfardelado quedó registrado en los cuatro pectorales, los cuales sufrieron torsiones sobre sus ejes de simetría . En el procedimiento se usaron resinas ya que se encontraron restos de este material sobre los huesos y el ajuar funerario. Éstas cubrieron también en su momento un artefacto cilíndrico y alargado no conservado, similar a una soga, que envolvía sus piernas. La resina fue usada caliente, dado que solamente es soluble cuando se encuentra en este estado, no pudiendo ser manipulada de otra manera y porque la torsión de los pectorales (figura 5) solamente pudo haber ocurrido con la aplicación de calor. Es la primera vez en el istmo en que se ha encontrado un entierro con estas características. Ninguno de los pectorales de tradición coclé conocidos hasta la fecha presentan deformaciones similares a las vista aquí, como tampoco hay referencias a entierros cubiertos de resinas (Ficha 1889). Espinosa tampoco menciona este material en la descripción del fardo funerario de Paris, aunque si alude al uso de sogas (Jopling 1996:63).

“Estaba cada uno dellos en un lío luengo, cubierto de encima de unas hamacas de paja muy primas y muy bien labradas, de las muy buenas que hay nos se hacen en esta tierra, y encima liado con unos cordeles de cabuya como lían (lino) fardeles de Flandes; y más dentro otro envoltorio y cobertura de muchas mantas muy buenas y muy pintadas, liadas de la misma manera con cordeles de algodón; y más de dentro otro envoltorio de mantas más delgadas y más primas, liadas de la misma manera como hechos de cabello de indio; y dentro del cuerpo del difunto muerto asado [...]”

Una vez el cuerpo fue tratado en esta manera fue trasladado a El Caño. No conocemos la ruta completa, pero sí el tramo final de llegada de una de ellas. Ya dijimos que, el área ceremonial de la necrópolis está conectada con Río Grande a través de una calzada lo que convierte a río y calzada en al menos una de las posibles rutas de acceso a este lugar.

Episodio 2: El traslado del cuerpo al área ceremonial del Complejo Funerario de El Caño. 
Los ríos son metáfora del transcurrir del tiempo pero también el quicio entre la esfera del mundo terrenal y el más allá. Por esta razón son además el escenario mitológico del viaje de las almas en muchas culturas. Si bien es cierto que no contamos con evidencias arqueológicas que indiquen que el desplazamiento del cortejo fúnebre del guerrero jefe por Río Grande fuese ritualizado, creemos que es muy posible el ritual no se hubiese detenido por el traslado y que aprovecharon la carga simbólica del río incorporándolo a él.

Figura 9. Río Grande (Foto: David Coverntry).

Episodio 3: Los areytos. 
Una vez llegados a El Caño, el cuerpo del jefe guerrero, todos los materiales, las personas con las que más tarde sería enterrado y los oficiantes del ritual fueron desembarcados. El cortejo fúnebre avanzó por la calzada empedrada que comunica el río con el área ceremonial de la necrópolis. De ésta solo se conservan dos alineamientos de columnas de basalto y un grupo de esculturas de piedra. Allí se celebró una ceremonia o areyto. En ella participaron al menos los oficiantes y los veintisiete individuos que, más tarde, acompañarán al guerrero en su tumba y que culminaría con la muerte ritual de los segundos. Las esculturas de la necrópolis representa a algunos de los personajes que participaban en estas ceremonias. Dos de ellas son especialmente informativas por su carácter narrativo. Representan a personas en actitudes comprometidas, una de ellas bajo las garras de un felino de grandes dientes (figura 12) y la otra atada a una columna de basalto (figura 10). Las muertes rituales se mantuvieron a lo largo del tiempo tal y como nos cuenta Espinosa (Jopling 1996:64).

“ [...] tenía el dicho cacique en el dicho bohio hasta veinte indios atados con sus cuerdas a las gargantas, los cuales eran y habían traído de las provincias de Escoria y Cherú, en las cuales tenía guerra, entre los cuales tenía un hijo del cacique de la provincia de Pacora [...], los cuales tenía todos para matar la noche siguiente”.

Si bien sabemos de la ocurrencia de este tipo de muertes, no hemos podido determinar a partir de los análisis bioantropológicos la manera en que se producían. Creemos que una olla efigie colocada dentro de la tumba y que representa a un pez globo (figura 13) podría estar relacionada con ellas, dado que en su interior fueron encontradas las espinas de tres ejemplares de Sphoeroides annulatus y Guentheridia formosa, dos especies venenosas de tamboril que pueden causar la muerte por asfixia (Patocka y Stredav 2002). Fernández de Oviedo (1853: 454–455) menciona la muerte por envenenamiento —suicidios— de los allegados a los caciques y describe esta parte del ritual de la siguiente manera:

“En Panamá é Nata é Pacora, é otras provinçias de la lengua Cueva, en la costa del mar del Sur é por allí çerca, se acostumbra, en muriéndose el caçique (ó señor prinçipal), que todos los familiares é domésticos criados é mugeres de su casa, que continuamente le servian, se mata [...] La manera de las muertes, que los criados é servidores suyos se dan para matarse, es que juntos, y hecho su areyto, é cantando primero la vida é obras de aquel su señor defunto, tienen assi puesta una grande toreba (que quiere deçir olla) é una concha de una ostia ó un calabaçillo ó cuello de calabaça, de que se sirven de cuchara, é toman un trago de la ponçoña, ó dos, que está en quella olla; y encontinenti caen muertos, segun es grande la ponteçia de aquel veneno ponsoñoso.”


Episodio 5: El entierro del jefe guerrero. 
El entierro del jefe guerrero es, aunque no el único, el componente principal y el primer gran evento ocurrido dentro de la tumba. En el entierro, se dispusieron los cuerpos en tres niveles. No conocemos el orden, aunque probablemente fueron enterrados en primer lugar los que ocuparían el tercer nivel, continuando el trabajo en sentido ascendente a fin de evitar pisar lo depositado en las plataformas o niveles de entierro superiores. En el tercer nivel fueron colocados diecinueve individuos en decúbito prono (figura 14) sus ajuares funerarios, en su mayoría hachas, azuelas y paquetes de puntas de proyectil. Después fueron colocados dos paquetes de huesos- UE182 y UE183- y en al menos dos de las cuatro esquinas de la fosa -UE135 yUE161- dos ofrendas. A continuación este entierro fue cubierto por una tapadera de madera, apoyada sobre horcones apostados a lo largo de la pared de la fosa, y sobre ella fueron dispuestos platos, cuencos y ollas y el cuerpo de un neonato, o una efigie sustitutoria que representaba a un infante, ya que no hemos encontrado ninguna osamenta. Este fue vestido con pectorales y brazaletes de oro. Al finalizar este trabajo, fueron enterrados tres individuos en la segunda plataforma de la tumba. Este grupo fue cubierto con otra tapadera apoyada sobre la plataforma del primer nivel de entierro. Sobre ella, unidad UE104, se pusieron cuencos, vasijas efigies, garrafas, miniaturas, jarras, ollas, platos. Sobre esta tapadera, coincidiendo con el borde perimetral de la plataforma, se colocaron cinco individuos. Todos fueron enterrados en decúbito prono. Pasado el tiempo, la fosa se llenó de sedimento, algo que ocurre todos los inviernos cuando sube el nivel freático y se producen inundaciones. Este proceso produjo la colmatación de los depósitos del tercer nivel de la tumba. Más tarde colapsaron las tapaderas de madera que cubren los entierros del segundo y tercer nivel, tras lo cual tuvo lugar el siguiente episodio, una ofrenda de cerámica.

 

Episodios 6, 7 y 8: 
Sobre los sedimentos que sepultaron los entierros fueron dispuestos tres depósitos en tres momentos diferentes. En la parte baja de la tumba, fueron colocadas veintiséis vasijas de cerámica, cinco de ellas efigies —tres de guerreros y dos de oferentes que llevan vasijas en la cabeza— y dos grandes ollas partidas a la mitad en las que se quemó incienso y madera (episodio 6) (figura 15). Es posible que otras cinco vasijas efigies que representan guerreros y fueron halladas en la parte alta de la tumba, hubiesen sido colocadas en este mismo momento. Después de este episodio, a lo largo de la estación lluviosa, la fosa se llenó nuevamente de sedimentos producto de una inundación. Sobre este bloque de sedimentos fue depositado un individuo (episodio 7) (figura 16) el cual fue sepultado por un nuevo paquete de sedimentos, pasada una estación lluviosa. Sobre él fueron enterrados un individuo adulto, un infante y un segundo infante o efigie sustitutoria (episodio 8) (figura 17). No se conservó la osamenta, pero si un pectoral y dos brazaletes de oro en miniatura (figura 18). Esta unidad es el último registro de actividad detectado en la tumba.


Adscripción de los depósitos de la tumba T2, a las fases del ritual funerario. 
En la tumba se han encontrado evidencias del primer episodio del rito, el tratamiento del cadáver. Este episodio se desarrolló en la fase preliminal, una fase que culminó con el entierro (episodio 5). Tras él comenzó el viaje (episodios 6 y 7). Los tres bloques de sedimentos hallados entre los depósitos, los cuales son producto de fenómenos y procesos tafonómicos que se generan en las estaciones lluviosas, indican que la duración de la fase liminal (el viaje) fue de tres años. A lo largo de este tiempo, los dolientes realizaron dos ceremonias -una ofrenda de cerámicas y un sacrificio humano- para ayudarlo a completar felizmente su viaje al más allá. El comienzo de la fase post-liminal, el episodio 8, es la última evidencia ceremonial en la tumba. Esta consistió en el entierro de un infante o algo que lo representaba, el cual fue vestido con símbolos de status y una iconografía similar a los del individuo principal. Con esta ceremonia celebraron el renacimiento del jefe guerrero a una nueva realidad. Todas las tumbas del Área 1 de El Caño tienen depósitos similares sobre los entierros (ver poster sobre orden social al lado) (Mayo et al. 2015).

Bibliografia: 

Binford, Lewis. 1971 Mortuary Practices: Their Study and Their Potential. In Approaches to the Social Dimensions of Mortuary Practices, edited by J.A. Brown. Memoirs of the Society for American Archaeology 25, pp.6-29, Washington D.C. 

Chicoine, David. 2011 “Death and Religion in the Southern Moche Periphery: Funerary Practices at Huambacho, Nepeña Valley, Peru”. Latin American Antiquity 22 (4): 525-548. Bloch, Maurice y Jonathan Parry. 1982 Death and the regeneration of life. Cambridge University Press. 

Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. 1853 Historia Natural y General de las Indias. Tomo segundo de la segunda parte, tercero de la obra. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid. 

Hill, Erica. 1998 “Death as a Rite of Passage: The iconography of the Moche burial theme”. Antiquity 72(277):528-538. 

Jopling, C.F. 1994. Indios y Negros en Panamá en los Siglos XVI y XVII. Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, Antigua, Guatemala y Plumsock Mesoamerican Studies, Woddstock VT. 

Lothrop, Samuel K. 1937. Coclé: an archaeological study of central Panama, Part 1. Memoirs of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology 7

Mayo, Julia, Carlos Mayo, Mercedes Guinea, Miguel Ángel Hervás y Jesús Herrerín. Nuevos descubrimientos en El Caño. La tumba T7. Revista de Arqueología Iberoamericana 

Mayo Torné, Julia. 2015 “La jefatura de Río Grande”. En Guerreros de Oro: los Señores de Río Grande en Panamá, pp: 60-99 (editado por Julia Mayo y Juan Carles). Editora del Caribe, Panamá.

Mayo, Julia y Juan Abelardo Carles (editores). 2015 Guerreros de oro. Los señores de Río Grande en Panamá. Editora del Caribe. Panamá. 

Mayo Torné, Julia y Carlos Mayo Torné. 2013 “El descubrimiento de un cementerio de élite en El Caño: indicios de un patrón funerario en el valle de Río grande, Coclé, Panamá”. Arqueología Iberoamericana 20:3–27.

Patocka Jiri y Ladislav Stredav. 2002 Brief Review of Natural Nonprotein neurotoxins. Documento electrónico http://www.asanltr.com/newsletter/022/articles/Neurotoxins.htm./ Van Gennep, Arnold. 1908. The Rites of Passage, English trans 1960 by M. B. Vizedom and G.L.Caffee, London, Routledge & Kegan Paul

Agradecimiento:
A nuestros asistentes de campo y laboratorio: Aurelio Sánchez, Elías Zaldivar, Arsenio Ramos, Alcides Castrellón y Octavio Vargas. A nuestros voluntarios: Alexa Hancock y Katherinne Sofia Guerra Cheva.