Estas figuritas cerámicas ,que imprimen una notable dimensión humana al arte de Veracruz , se modelan con formas suaves y curvadas, junto al naturalismo acentuado en la factura de los rostros; unas adquieren cualidades risueñas, las famosas “caritas sonrientes”, otras alcanzan la dimensión plena del retrato.
Algunas figuras son huecas y de gran tamaño; llevan el torso desnudo (masculinas) y la faldilla ceñida por cinturón de bicéfala serpiente; su rostro, con los ojos semicerrados, como lunas crecientes, parecen sugerir que se encuentran en estado de trance o que están muertas; se las ha llamado CIHUATETEO. Muchas piezas de barro de menor tamaño (también femeninas), están de pie y llevan los brazos extendidos y las manos vueltas hacia arriba en postura ritual. A menudo las esculturas de barro llevan “chapapote”, como elemento decorativo en los rasgos faciales, en el tocado o en el cuerpo.
El uso de moldes para figurillas, o partes de ellas, representa una técnica nueva. Los temas trabajados en el barro eran figuras que representaban dioses o personajes relacionados con festividades, ceremonias o cultos religiosos. Figurillas que representan a participantes en las festividades, ya sean bailarines o músicos, en las que se expresa el espíritu gozoso por medio de la sonrisa o la risa, o la postura de los brazos al aire, en una actitud que sugiere la danza o el teatro. Las hay con múltiples expresiones, algunas dramáticas, otras serenas y las más relevantes sonrientes. Es a este tipo al que pertenecen las “caritas sonrientes”.
Sus vestidos están ricamente decorados a base de tablones modelados, y los diseños textiles están indicados por medio de colores o de incisiones; llevan tocados, de variadas formas, coronando las deformadas cabezas, siempre con un acento horizontal.
La diosa más importante en la cultura Totonaca fue la llamada TLAZOLTEOTL, diosa de la fertilidad, de la danza, de la música y del amor en sus principales advocaciones. Casi todas las figuras femeninas la representan a ella, o bien a sus sacerdotisas. Son obras excepcionales, tanto por el sentimiento tan humano que expresan como por su belleza. Este tipo de esculturas se depositaron como ofrendas a los muertos durante 900 años.
En general todas están hechas a molde, con la cabeza y el cuerpo independientes y unidas posteriormente; algunas son silbatos o sonajas, pero todas tienen una estrecha relación con la música y la danza. Los hombres están representados con taparrabo y una banda sobre el pecho, adornos en las orejas, collares en forma de cascabel y cascabeles en los tobillos; en sus manos levantadas llevan frecuentemente un instrumento musical. Las mujeres llevan una falda decorada con relieves que representan ricos patrones Geométricos; los más frecuentes son la greca escalonada, los ángulos combinados, así como volutas, espirales, cuadrículas, crótalos y cabezas de serpiente. Usan sobre el pecho tanto una banda como una camisa triangular, llamada QUECHQUEMITL, o lo llevan descubierto. Se adornan con orejeras, collares y en ocasiones pulseras.
Todas las figuras tienen la cabeza deformada y, sobre lo que parece ser un gorro o tocado, llevan como adorno una figura al centro que puede ser el mono, la serpiente, una garza, la greca escalonada o simples ángulos cruzados.
Algunas de ellas muestran la boca entreabierta para lucir unos dientes adelgazados y puntiagudos. Esta costumbre mesoamericana de mutilarse los dientes existió desde alrededor de unos 1000 años antes de nuestra era, y se continuó practicando hasta el S.XVI, especialmente entre los pueblos de la costa.
La mayor parte de las figuras llevan los brazos extendidos a los lados del cuerpo, o levantados hasta la cabeza, en un claro ademán de baile; en ocasiones llevan una de sus manos junto a la boca en actitud de emitir algún sonido.
En otros raros ejemplos sus brazos son movibles, unidos al cuerpo por medio de un cordón y recuerdan a las figuras teotihuacanas llamadas “títeres”. Probablemente tienen una relación con ritos y ceremonias que expresaban el culto a la diosa TLAZOLTEOTL, símbolo de la energía vital, manifestada a través de danzas, risa, música y borrachera, que se relacionaba con la regeneración de la vida.