Mercedes Guinea
Universidad Complutense
En Atacames los útiles más claramente implicados en el trabajo metalúrgico y metalistero son las toberas y los yunques, pero hay algunos otros, martillos, crisoles, moldes.. etc. que presentaremos agrupados en función de su materia prima. En el entorno virtual del Chasqui, estos objetos de cerámica se corresponden con los siguientes Objetos Virtuales: Crisol (O.V. 1895), Molde (O.V.1896) y Toberas (O.V. 1882/ O.V. 1883/ O.V. 1884/ O.V. 1885/ O.V. 1886/ O.V. 1887/ O.V. 1888/ O.V. 1889/ O.V. 1890/ O.V. 1891/ O.V. 1892).
Los extremos cerámicos de los tubos de soplado, las toberas, han podido ser fácilmente identificadas dada su similitud con las recuperadas por Shimada y otros (1983:41) en Batán Grande, así como por sus claras huellas de uso.
La función de estos tubos es avivar el fuego insuflando en su interior una corriente de aire dirigida, lo que aumenta considerablemente la temperatura. La materia prima de estos es variada, caña, cerámica e incluso cobre. Estos instrumentos eran de uso generalizado en la metalurgia de la América precolombina, como se puede comprobar por las descripciones de los primeros cronistas. Donnan (1973:292) cita cuatro de estas descripciones tempranas: Cieza de León, 1553; Benzoni,1565; Raleigh,1596 y Garcilaso de la Vega, 1609, en las que se menciona el uso de los sopladores dentro de las labores de la fundición de los metales, y hay otros más. Tomaremos como ejemplo la narración de Girolamo Benzoni, dado que es la visión de un experto, puesto que el mismo era platero en su país de origen:
"Esta provincia de Quito es de clima templado...Había muchos orfebres que, pese no utilizar ningún instrumento de hierro, hacían , aunque de manera rudimentaria cosas maravillosas, trabajando de la manera que se referirá. Primero cuando funden el oro y la plata, los meten en un crisol largo o redondo, hecho de un pedazo de tela embadurnada con tierra y carbón triturado. Tras dejarlo secar, lo ponen al fuego con la cantidad de metal que cabe dentro junto con cinco o seis tubos de caña, unas veces más y otras menos, y soplan por ellos hasta que se vuelve líquido. Luego lo sacan, y los orfebres sentados en el suelo, con unas piedras negras expresamente dispuestas, y ayudándose unos a otros, trabajan y hacen, o mejor dicho, hacían en su época de prosperidad, lo que se les había encargado, es decir, estatuas vacías, vasijas, ovejas y joyas, y todos los animales conocidos" (Benzoni, 1985 (1547-1550): 322).
Los canutos del dibujo con que Benzoni ilustra esta descripción del proceso metalúrgico en la sierra norte de Ecuador no parecen tener una boquilla cerámica en su extremo, como tampoco se observa en otras ilustraciones tempranas de las áreas andina o mesoamericana, ni en las escasas representaciones prehispánicas. Por lo que se puede hipotetizar, que el tubo de soplado compuesto por una caña en cuyo extremo se inserta una boquilla cerámica, que permite acercarlo más al fuego y facilita la dirección del caudal del aire, pudo ser una aportación de la cultura Sicán, en cuyos talleres de Batán Grande se han encontrado cerca de un centenar (Shimada y otros, ibidem). La única pervivencia etnográfica que conocemos la documenta Olaf Holm (1968) en varios lugares de Manabí. En la costa ecuatoriana lo más usual es avivar el fuego con un abanico, salvo en las diez localidades que él cita. Los tubos son de caña Guadua, con un largo de 35 cm. y un diámetro exterior de 4 cm., y es curioso que a la hora de soplar se mantiene a cierta distancia de la boca (5 cm.), lo que coincide con el dibujo de Benzoni.
Once son las toberas recuperadas en Atacames, todas ellas rotas, lo cual no es de extrañar dada su función. Básicamente representan un conjunto bastante homogéneo, con algunas pequeñas diferencias en su forma. La forma elemental es cilíndrica, aunque la parte de la boquilla que queda al exterior puede ser apuntada (6), recta (3), ó abombada (2), y la que se encaja en la caña, recta o ligeramente apuntada. En los casos en que se conserva la parte de la pieza correspondiente a la unión entre ambas, la presencia ó no de un escalón (5-8 mm.) entre ellas, también marca cierta diferencia formal. En cuanto al tamaño, una sola de las toberas está completa pero representa fielmente las cifras medias del resto. El largo total del instrumento es de 6 cm., correspondiendo 4.5 a la boquilla exterior y 1.5 al embutidor. La boquilla tiene un diámetro medio de 2.3 cm. y el embutidor 1.7 cm. El orificio central, por el que corre el caudal de aire, tiene un diámetro de 0.6 cm. en la entrada y 0.5 en la salida. Coinciden con estas dimensiones ocho de las piezas, las tres restantes, son algo más largas y estrechas y pudieran ser soldadores. De éstas la única boquilla entera mide un centímetro más que las primeras, 5.5 cm. de largo y medio de diámetro, 1.8 cm. No tenemos datos sobre el largo de el embutidor pero su diámetro - 2 cm.- es algo mayor. El orificio es más estrecho con un diámetro de entrada de 0.5 cm. y 0.4 cm. de salida.
En cuanto al método de fabricación, están modeladas a partir de un rollo de arcilla, que bien llevaría en su interior un núcleo de algún material perecedero que desaparecería con la cocción dejando un canal central, o sería perforado longitudinalmente con algún instrumento antes de cocer. En la mayoría de las toberas parece que la parte que debe encajar en la caña se modeló rebajando el rollo básico antes de cocer la pieza, pero en tres de ellas se siguió otro procedimiento: Al primer rollo se le añadió una tira de refuerzo que constituye la boquilla. En otra se observa claramente que el embutidor ha sido rebajado después de la cocción. La atmósfera de cocción fue oxidante, aunque incompleta en la mitad de las piezas.
La superficie presenta un estado de conservación irregular, la mayor parte con huellas de uso en forma de quemazones, tiznes ó deformaciones de vitrificación. Las boquillas están engobadas en ocre claro y pulidas, aunque hay una fuerte variación en el grosor del engobe y el grado de pulimento. La dureza, medida en la escala de Mohs, es de 7 en 7 de las toberas y de 6 en 4.
Solo tres toberas están decoradas. Dos tienen la boquilla con un ligero facetado octogonal, teniéndola una de ellas además pintada y pulida en blanco con el embutidor pintado en rojo. La tercera presenta una decoración más profusa y es una de las que hemos apuntado más arriba que su función pudiera ser la de soldar. Tiene en la punta un resalte en forma de cono truncado, con una decoración incisa y pintada en rojo y el resto de la boquilla solo pintada en rojo. El diseño inciso y el pintado son muy similares, una combinación de puntos y líneas rojas verticales y horizontales, frecuente en las vasijas decoradas del yacimiento. Las incisiones están rellenas de una pasta blanca y los resaltes pintados en rojo.
Estos extremos cerámicos de los tubos de soplado han aparecido en casi todas las tolas excavadas y la diferencia en número entre unas y otras parece estar únicamente relacionada con el mayor o menor volumen excavado, igual que en el caso de los objetos metálicos. Más de la mitad (7) se encontraron en la tola E-69, y a pesar de que la evidencia no es muy grande se podría hipotetizar que la forma de boquilla abombada y sin escalón entre ésta y el embutidor, precede a la recta con escalón. Tres aparecieron asociadas a carbón, leña quemada y pellas de barro semicocido. En la tola E-71, se recuperaron dos que parecen ser soldadores, encontrándose en su mismo nivel de ocupación unos yunques y martillos de piedra para el trabajo de los metales, que describiremos más adelante, así como la nariguera de cobre dorado a la que nos hemos referido con anterioridad.
Si comparamos las toberas de Atacames con las de Batán Grande (Shimada et al,1983:41), las últimas son de un tamaño mayor "10 a 13 cm" y tienen el orificio del extremo distal más grande "0.8, más o menos 0.1 centímetro". También es interesante la observación de Shimada y Merkel (1991:64) de que las toberas de Sicán Medio se hacían a mano y se decoraban con simples motivos geométricos, mientras que las de los períodos chimú e inca son más grandes y muchas parecen estar hechas a molde.
Otro de los objetos cerámicos relacionados con la fundición de los metales son los crisoles. Sólo hemos encontrado uno en nuestro yacimiento. Es un recipiente pequeño, irregularmente globular y de acabado muy tosco. Tiene 3 cm. de alto, su diámetro máximo es de 6 cm. y el de la embocadura de 5 cm. El espesor medio de las paredes es de 0.8 cm. La pasta es dura (6 en la escala de Mohs), de un color negruzco y presenta una oxidación incompleta. Ha sido modelado a mano y conserva las huellas de repetidas presiones con los dedos. La superficie, además de estas huellas, evidencia haber estado en contacto con el fuego.
Benzoni, en la cita que hemos reproducido más arriba, nos refiere la manera que tenían de fabricar un crisol los habitantes prehispánicos de la sierra norte de Ecuador. Embadurnaban una tela con tierra y carbón triturado y la dejaban secar. Parece ser que la mezcla de arcilla con tejido y con algún componente que acumule calor es un procedimiento adecuado para fabricar un crisol. La preparación de barro para la fabricación de crisoles y moldes es una tarea muy especifica para los plateros de San Pablo cerca de Cuzco. Se utiliza un barro especial muy rico en oligistos que se deja en remojo 24 horas, se muele sobre un batán y se mezcla con pequeños trozos de lana escarmenada. "Cuando el barro está bien preparado en el maran, revienta con los golpes del martillo, nuevamente se prueba con las yemas de los dedos, en este momento si se asemeja a la mantequilla es cuando esta listo para ser utilizado en la fabricación de moldes y crisoles." (Valencia, 1978:537). Lamentablemente no tenemos el análisis de la composición de la pasta de nuestro crisol, pero es de un color oscuro y muy fina, con las huellas de los dedos que la presionaron para comprobar su estado y conseguir que adquiriera suficiente solidez claramente marcadas. Si comparamos sus dimensiones con las de los modelos etnográficos de los plateros citados, entraría dentro de los considerados de tamaño mediano. Por supuesto no sabemos si fue usado para fundir oro o cobre.
Con respecto a los moldes, sólo se ha recuperado un fragmento de lo que pudo haber sido un molde univalvo para dar forma a un cuchillo con mango vertical. Es una cerámica muy dura (8 Mohs), de pasta muy negra. La superficie está totalmente cubierta con un engobe grueso, que en algunos lugares del interior muestra los efectos del calor. Tiene la base ligeramente cóncava y el fondo plano, las paredes rectas y el borde perpendicular. La altura total de la pieza es de 1.3 cm. y la de la pared es de 0.8 cm. En un contexto funerario manteño, en La Libertad, provincia del Guayas, se encontraron enteros tres moldes de arcilla, uno para fundir un hacha plana, otro para fundir un hacha en forma de pala y un tercero para fundir un cuchillo con mango vertical (Mayer, 1992:69). La forma, apariencia y dimensiones de éste último (ibidem:108) son las que nos han permitido, de una manera muy tentativa, identificar nuestro fragmento como procedente de un molde con esta función. Estos cuchillos parecen ser de uso común en las culturas Milagro Quevedo y Manteño-Huancavilca y "deben de haber sido empleados preferentemente para la matanza, el descuartizamiento y el sacrificio" (Mayer, 1992:58-59). El fragmento de molde se localizó en una de las tolas que ha proporcionado más hallazgos de implementos relacionados con el trabajo de los metales, la E-71.
Fuente: Mercedes Guinea: "La metalurgia de cobre el la Costa Norte del Ecuador durante el período de integración" El área Septentrional Andina: Arqueología y Etnohistoria. (Guinea, Marcos, Bouchard Eds.) Págs. 81-107. Biblioteca Abya-Yala, 59. Editorial Abya-Yala e IFEA. Quito, 1998