La fiesta: Cuauitlehua Descripción
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CHALCHIUHTLICUE
Atavío completo de la diosa
Sahagún
(1974:29), sólo nos dice que la diosa lleva un huipilli y una enagua,
mientras que el Códice Florentino y Caudet Yarza nos dan más detalles
sobre su atuendo.
El Códice Florentino (vol.1: libro 1, cap. 11, fol. 5) y Caudet Yarza (1998:126) coinciden en gran parte de la descripción del atavío:
· La ponían un collar de piedras preciosas de que colgaba una medalla de oro.
· Llevaba en la cabeza una corona hecha de papel pintado de azul claro
con unos penachos de plumas verdes y con unas borlas que colgaban hacia el colodrillo
y otras hacia la frente de la misma corona, todo de azul claro.
· Estaba vestida de un huipilli y unas naoas pintadas también
de azul claro (verde azulado según Caudet Yarza), con unas franjas de
las que colgaban caracolitos marinos.
· Tenía en la mano izquierda una rodela con una hoja ancha y redonda
que se cría en el agua a la que llamaban atlacuecona.
· En la mano derecha tenía un vaso con una cruz (emblema de los
cuatro puntos cardinales, de donde viene la lluvia, añade Cudet Yarza),
hecho a manera de la Custodia en que se lleva el Sacramento, que era como cetro
de esta diosa. Tenía sus cotaras blancas.
Aparte de estos puntos comunes, en el Códice Florentino (vol.1: libro
1, cap. 11, fol. 5) se nos dice que la pintaban la cara con color amarillo y
que tenía sus orejeras labradas de turquesas de obra mosaica, y Caudet
Yarza (1998:126) nos dice además que su apariencia se resaltaba con una
aureola de flores marinas o plantas acuáticas.
Alcina Franch (1999:148) nos dice de esta diosa que lleva adornos de papel pintados de azul y en la cabeza una banda azul y blanca, terminada en dos grandes borlas o bucles a ambos lados del rostro.
Atavío de papel
De todo
lo anterior podemos deducir, a modo de esquema, que a la diosa Chalchiuhtlicue
se la engalanaba con varios
adornos de papel:
· Llevaba en la cabeza una corona hecha de papel pintado de azul claro con unos penachos de plumas verdes y con unas borlas que colgaban hacia el colodrillo y otras hacia la frente de la misma corona, todo de azul claro. (Códice Florentino, vol.1: libro 1, cap. 11, fol. 5).
· Llevaba adornos de papel pintados de azul y en la cabeza una banda
azul y blanca, terminada en dos grandes borlas o bucles a ambos lados del rostro.
(Alcina Franch, 1999:148)
LOS TLALOQUES
Atavío completo de los dioses
En el Códice Florentino (vol.1, libro 1, cap.21, fol. 21), se describe
con bastante detalle la fabricación y atavío de estos dioses,
a los que se nos dice les ponían dientes de calabaza y en lugar de ojos
unos fríjoles negros; tras lo que, nos dice el Códice que les
ofrecían papel de lo que ellos hacían, y era que un pliego de
papel le echaban muchas gotas de goma que llamaban ulli, derretido; hecho esto,
colgaban al cuello de la imagen el papel, de manera que le cubrían desde
los pechos abajo y con el remate de abajo arpaban el papel. También ponían
estos mismos papeles goteados con ulli y colgados de unos cordeles delante de
las mismas imágenes, de manera que los papeles estaban asidos los unos
a los otros, y meneábalos el aire porque estaban los cordeles en que
estaban los papeles atados a las puntas de unos varales o báculos que
estaban hincados en el suelo y de la una punta del uno a la punta del otro estaba
atado el cordel o mécatl.
La anterior descripción del Códice Florentino se contradice con
la de Durán (1980:172), que afirma que todos estos dioses estaban vestidos
con sambenitos de papel rayados con hollín, que es un betún llamado
batel, cosa muy ordinaria en las ofrendas de éstos; también ponían
a estos idolitos sus coronas o mitras de papel pintadas y rayadas con el mismo
hollín.
Seemann Conzatti (p.24-25) afirma que esta representación de los Tlaloques
era formada por un sacerdote especialista en ello, a solicitud de alguien que
había estado a punto de morir ahogado o buscando sanar de gota, tullimiento
u otra dolencia provocada por el frío, que los Tlaloques tenían
el poder de producir o sanar; o pidiendo lluvias. El sacerdote hacía
una figura antropomorfa moldeada en masa de bledos, con el cuerpo pintado con
hule derretido, con un adorno en la nuca que remataba en plumas de quetzal,
con un vestido y su gorro de papel y así eran representados diferentes
cerros, dándoles decoración y color distintos.
Los papeles y aderezos con los que habían adornado estas imágenes
y todas las vasijas que habían sido menester para el convite, tomábanlo
todo y llevábanlo a un sumidero que está en la laguna de México,
que se llamaba Pantitlan, y allí arrojaban todo. (Sahagún 1975:51)
En San Pablito no hacen figuras en masa de bledos, sino de papel. Relata García
Téllez, natural de ese lugar, en la página 5 de su libro Una curación
de antigua, que hacen una rueda con vara y alrededor amarran algunos muñecos
con tiras de jonote y de allí quedan colgando, la rueda a su vez está
colgada de un mecate del techo de la casa y la bajan y suben cuatro veces mientras
cantan y curan al enfermo; cuando termina esta “ceremonia de barrida”,
quitan todo, lo amarran en un pedazo de jonote, lo ponen sobre el Tlapexque
y el curandero lo lleva cargando para tirar al barranco.
En el Códice Florentino (vol.1, libro 1, cap.21, fol. 21) también se nos da información sobre las ofrendas a estas imágenes de vino o uctli o pulque, que es el vino de esta tierra, en vasos que eran unas calabazas lisas, redondas, pecosas entre verde y blanco o manchadas que las llaman tzilacaiutli, que son tan grandes como un gran melón. A cada una de estas partíanlas por la mitad y sacábanle lo que tenía dentro, tras lo que las henchían de pulque y las ponían delante de aquella imagen o imágenes, y decían que aquellos eran vasos de piedras preciosas que llamaban chalchiuitl.
Atavío de papel
De todo lo anterior podemos deducir, a modo de esquema, que a los Tlaloques se la engalanaba con varios adornos de papel:
· Les colgaban al cuello el papel, de manera que le cubrían desde los pechos abajo y con el remate de abajo arpaban el papel. (Códice Florentino, vol.1, libro 1, cap.21, fol. 21).
· Ponían estos mismos papeles goteados con ulli y colgados de
unos cordeles delante de las mismas imágenes. (Códice Florentino,
vol.1, libro 1, cap.21, fol. 21).
· Los vestían con sambenitos de papel rayados con hollín,
que es un betún llamado batel, y les ponían coronas o mitras de
papel pintadas y rayadas con el mismo hollín. (Durán, 1980:172).
· Llevaban un vestido y un gorro de papel. (Seemann Conzatti: p.24-25).
También, conviene resaltar que en San Pablito no hacen figuras en masa
de bledos, sino de papel, según nos lo cuenta García Téllez
en la página 5 de su libro Una curación de antigua.
QUETZALCÓATL
Atavío completo del dios
En cuanto a la descripción de este ídolo, Durán (1980:119) y Clavijero (1964:152) coinciden en que era de palo, tenía todo el cuerpo de hombre y la cara de pájaro con un pico colorado, del que nacía una cresta con unas verrugas, unas regleras de dientes y la lengua hacia fuera, aunque Clavijero (1964:152) resalta que lo Representaban no de pie sino sentado, para significar que había que volver a vivir de asiento entre ellos.
Nos dice Durán (1980:119) que desde el pico hasta la media cara era de color amarillo y luego tenía una cinta negra que le venía junto al ojo ciñendo por debajo del pico, que el ornato de este ídolo era que en la cabeza tenía una mitra de papel puntiaguda pintada de negro, blanco y colorado, de la que colgaban unas tiras pintadas con unos rapacejos que se tendían a las espaldas. Sahagún también menciona esta mitra, aunque no especifica que fuera hecha de papel, diciendo solamente que estaba manchada como cuero de tigre* y que tenía un penacho de plumas de quetzal. Clavijero (1964:152) sólo nos dice que llevaba en la cabeza una corona de papel pintado.
Durán (1980:119) prosigue su descripción explicando que tenía en las orejas unos zarcillos de oro a la misma hechura de unas orejas, en el cuello llevaba un joyel de oro grande a la hechura de un ala de mariposa colgando de una cinta de cuero colorado, que tenía una manta toda de pluma muy labrada de negro, colorado y blanco a la misma hechura que el joyel como una ala de mariposa, un suntuoso braguero con los mismos colores y hechura que le daba debajo de las rodillas. En las piernas tenía unas calcetas de oro y en los pies unas sandalias calzadas.
Clavijero (1964:152) dice que llevaba una hoz en la mano (sin especificar cual) y muchos aderezos de oro en las manos, mientras que Durán (1980:119) es más concreto al explicar que tenía en la mano derecha una segur a hechura de hoz, la cual era de palo pintada de negro, blanco y colorado, y junto a la empuñadura tenía una borla de cuero blanco y negro; y que en la mano izquierda tenía una rodela de plumas blancas y negras, todas de aves marinas como garzas y cuervos marinos.
Sahagún (1974:61) resalta como elementos característicos de su atuendo: su copilli amarillo con un moño en la parte frontal, rematando el copilli en una pluma de quetzal (quetzalmiauáyotl); la barda vertical negra que de arriba abajo le atraviesa la cara, pasando por un ojo (mecaichiuhticac), su amaneopalli de cabos redondos y ornamentación peculiar; y su chicoácolli que empuña con la mano derecha, mientras sostiene una rodela con la izquierda; lleva la cara y el cuello de color blanco, mientras el resto del cuerpo está teñido de color oscuro, y en la parte posterior de su cabeza parece reconocerse una peluca de papel (amatzontli).
Alcina Franch (1999:141), en su alusión al dios Quetzalcóatl,
explica que se le suele representar en los códices pintado de negro,
como es propio de sacerdotes; lleva en una mano el sahumador con mango en forma
de serpiente y una bolsa de copal; suele llevar sobre la boca una máscara
representando un pico de ave que lo caracteriza como Ehecatl, o dios del viento;
lleva un gorro cónico de piel de tigre (ocelocopilli); el peto se halla
orlado de caracoles y su pectoral está formado por el corte transversal
de un gran caracol marino, el ehecailacacózcatl, o pectoral de viento;
lleva una orejera de turquesa de la que cuelga una borla roja y un objeto que
se conoce como epcololli, o concha torcida; en la nuca lleva un penacho de plumas
rojas de guacamaya y negras de cuervos.
Atavío de papel
De todo lo anterior podemos deducir, a modo de esquema, que al dios Quetzalcóatl se le engalanaba con varios adornos de papel:
· En la cabeza tenía una mitra de papel puntiaguda pintada de negro, blanco y colorado, de la que colgaban unas tiras pintadas con unos rapacejos que se tendían a las espaldas. Sahagún también menciona esta mitra, aunque no especifica que fuera hecha de papel, diciendo solamente que estaba manchada como cuero de tigre* y que tenía un penacho de plumas de quetzal. (Durán, 1980:119).
· Llevaba en la cabeza una corona de papel pintado. (Clavijero, 1964:152).
· En la parte posterior de su cabeza parece reconocerse una peluca de
papel (amatzontli). (Sahún, 1974:61).
Atavío
completo del dios
Durán (1890:135-136) comenta que tenían sentado a este ídolo en un galán estrado de una manta verde. Pintada de muy galanas pinturas tenía todo el cuerpo de hombre aunque la cara era de monstruo. Su estatua era de piedra labrada y la cara muy fea a manera de sierpe con unos colmillos muy grandes, muy encendida y colorada, al igual que toda su vestidura. La cabeza tenía un gran plumaje hecho a manera de corona de plumas verdes muy vistosas y ricas. Al cuello tenía, a modo de collar, una sarta de piedras verdes llamadas chalchihuitl, con un joyel en medio de una esmeralda redonda engastada en oro. En las orejas tenía unas piedras que llamamos de hijada, de las que colgaban unos zarcillos de plata. En las muñecas y en los tobillos llevaba unas ajorcas de piedras ricas. En la mano derecha portaba un relámpago de palo de color morado y en la mano izquierda una bolsa de cuero llena siempre de copal.
Sahagún tiene varias alusiones a Tláloc en su obra, así dice que rodeando el cuello -como estola, sobre el pecho- llevaba un amaneapalli, que su cuerpo estaba teñido de color oscuro, que se reconoce en su tocado un amacalli y un quetzalmiauáyotl, y que viste máxtlatl (1974: 35); que tiene bajo el cuello un amatlaquémitl (1974: 22); y que tiene un circulito facial de puntos, mixchiauitícac, que simboliza el granizo (1974: 61).
Clavijero (1964: 153-154) discrepa de Sahagún en el color del que pintaban al ídolo, ya que afirma lo pintaban de azul y verde para representar los distintos visos de las aguas, en vez de color oscuro como decía Sahagún. La versión de Seemann Conzatti (p.36), también difiere de la de Clavijero ya que mantiene que tiene la cara y el cuerpo teñidos de color negro y en la cabeza un tocado de plumas.
Caudet Yarza (1998: 117-118) dice que se le representaba generalmente en una actitud semirrecortada con la parte superior del cuerpo apoyada en los codos y las rodillas medio extendidas, probablemente para representar el carácter montañoso del país del que procedía la lluvia. Muchas de las figuras que lo representaban se tallaban en la piedra denominada chalchihuitl, para simbolizar el color del agua, y en algunas se le mostraba sujetando una serpiente de oro que simbolizaba el relámpago. Los colores de los cuatro puntos de la brújula, amarillo, verde, rojo y azul, de los que procedían la lluvia con vientos, estaban dentro de la composición de su traje, que más abajo estaba atravesado por rayos de plata, tipificando los torrentes de la montaña.
En los manuscritos nativos Tláloc es generalmente representado como de complexión oscura, un gran ojo redondo, una hilera de colmillos y sobre los labios una raya angular azul curvada hacia abajo y enrollada al final.
Del Paso y Troncoso (1981:108), basándose en el Códice Borbónico, dice que Tláloc, sentado dentro de su templo, empuña en su mano derecha un rayo, cubre el rostro con su máscara sagrada, lleva sobre su mejilla una rueda blanca sembrada de puntos negros de teciutetl o granizo, está enteramente vestido y adornado con papeles pintados y goteados de hule. Clavijero (1964: 153-154) también apunta que tenía en la mano una pieza de oro larga, serpenteada y de punta aguda, en que querían expresar el rayo.
Dice Garibay (en Sahagún 1975:886) que su collar es de piedras finas, en sus pies tiene sonajas, cascabeles y sandalias de algodón flojo. Su escudo es un nenúfar.
Alcina Franch (1999:145) comenta que iconográficamente, Tláloc es una de las divinidades más fáciles de identificar: sus ojos rodeados por dos aros -especie de anteojos- formados por dos serpientes entrelazadas y su boca que, vista de frente, aparenta ser unos mostachos que son, verdaderamente, las fauces de una serpiente también, junto con el color azul celeste que identifica a la divinidad en conjunto son los rasgos más comunes. Naturalmente, en las representaciones que aparecen frecuentemente en los códices se añade una larga serie de detalles que vienen a completar la identificación del dios: abanico de papel plegado en la nuca, el quetzalmiahuayo o espiga preciosa, etc.
Atavío de papel
De todo lo anterior podemos deducir, a modo de esquema, que al dios Tláloc se le engalanaba con varios adornos de papel:
· Su tocado era un amaneapalli (Sahagún, 1974: 35).
· Estaba enteramente vestido y adornado con papeles pintados y goteados
de hule (Del Paso y Troncoso, 1981:108).
· Llevaba un abanico de papel plegado en la nuca (Alcina Franch, 1999:145).